martes, 19 de junio de 2007

DE CARMELITAS Y TERMITAS

Se encorvó, como era su costumbre, sobre la barra del bar, dando vueltas al café, como si quisiera que se deshiciera en él el chorro de noticias del periódico que le servía de compañía en este primer momento del día.
Ciertamente, noticias parecidas habían ido apareciendo desde hacía varios meses.
Que si las monjas se iban de Grajal (pueblón de Tierra de Campos, tierra de trigos, palomares, vencejos y algún grajo, suponemos), perseguidas por termitas, a las tierras más amables de Toledo.
Se llevaron sus cosas, sus enseres y sus santos y las llaves de la iglesia donde quedaba encerrado el mismísimo San Antonio, como en zulo.
Como en todo secuestro, surgieron mediadores, conversaciones secretas, promesas incumplidas y pulsos empatados.
Todo ello quedaba reflejado en la noticia:
“Las Carmelitas se fueron de la localidad hace algunos meses huyendo de una supuesta plaga de termitas y con varias piezas del patrimonio local más las llaves de la iglesia donde se exhibían y donde descansa la talla de San Antonio.
A pesar de los esfuerzos del pueblo de Grajal de Campos por sosegar los ánimos de los vecinos y llegar a algún acuerdo con la controvertida comunidad de Carmelitas Descalzas, las religiosas parecen impasibles e indiferentes ante las peticiones de los graliarenses y se mantienen firmes en su postura de no ceder ante nada".


Nicanor, encorvado como era su costumbre sobre la barra del bar, imaginó a las monjas atrincheradas en un escenario neutro de sábanas sin fondo donde sólo sobresalían tres pasamontañas por debajo de la toca y una enorme pancarta ideológica:
“Con termitas o sin termitas, nadie se ríe de las Madres Carmelitas”
Y después, como respondiendo a una guerra declarada, los paisanos del pueblón, no queriendo renunciar a que el santo bendijera los campos y las mieses, por si acaso, armaron, como siempre, la procesión solemne con el santo por los campos. Nada faltó, ni los danzantes, ni los niños de Primera Comunión, ni los cofrades de la Hermandad de San Antonio el de La Antigua.
Sólo el santo,
Daba pena ver a los cofrades pujando a hombros la liviana carga de una foto, sustituyendo la talla de peral, presa sin remedio en el zulo de la iglesia.
Y detrás, en lugar de los pendones, pancartas con leyendas alusivas:

“Grajal no se calla, devuelvan las tallas”,
“Madres Carmelitas, en Grajal no hay termitas”,
“Grajal os grita: en las tallas ¿no hay termitas?"


Y terminados los rezos y los largos cuchicheos, el vino con pan y queso, repartido, como era la costumbre, en la era a la sombra del castillo, tenía el gusto antiguo y fiero de mil años de venganza y de coraje campesino.

Terminada la lectura, Nicanor, encorvado como siempre, como todo comentario , sólo dijo:
-¡Manda huevos!

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