The End
Antonio Pereira
Al saberse que iban a derribar el cine municipal los
teléfonos empezaron a funcionar y fuimos bastantes los que viajamos a nuestra
ciudad para decir adiós al caserón donde habíamos aprendido tantos gestos.
Había que adelantarse a la piqueta desalmada. Cada cual
quería quedarse con un recuerdo, los viejos carteles de un transatlántico con
las luces encendidas o de apariciones de la
Virgen o
de los besos de tornillo de una espía rusa.
Al final, decidieron que habría una voladura controlada.
Sería la última película que nos diesen.
Pero el espectáculo fue que al estampido de la dinamita se
espantaron los caballos de la
Remonta y
rompieron vallas y galoparon las calles, y todos caímos en la cuenta de que no
hubiera podido existir el arte del cine si no se hubieran inventado los
caballos.
3 comentarios:
Me has traido al recuerdo, amigo Flecha, aquella canción de Serrat que tenía por nombre Los Fantasmas del Roxy. Aunque solo te comente de vez en cuando, te sigo con interes. Un cordial saludo.
Muchas gracias, Mauro. Un abrazo
Muchas gracias, Mauro. Un abrazo
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