miércoles, 12 de marzo de 2008

La Ribera del Órbigo.



(Texto de presentación del libro "la Ribera del Órbigo", publicado por el MUSAC con motivo de la celebración del VII Centenario del Mercado de los Jueves en Benavides)




Que sepas, viajero, que cualquiera que haya sido el camino e intención que te ha traído hasta estas tierras, te encuentras en un lugar noble, abierto y generoso, que se ha ido forjando a golpes de trabajo, de ilusión y sufrimiento de gentes pegadas a lo suyo y abiertas a los gozos y tristezas del vecino, como son los pueblos que, desde antiguo, se han sentido a sí mismos como miembros de un espacio que a todos les abriga como un manto: la Ribera. Verás que no miento si repasas los nombres de los pueblos. Para que veas, una muestra: Villaviciosa de la Ribera, Carrizo de la Ribera, Alcoba de la Ribera.
Y es que, como en Macondo, cuando el mundo era tan nuevo que muchas cosas aún no tenían nombre, ya existía el río, el Órbigo, que ha dado nombre a tantos pueblos a los que, al pasar, ha ido lamiendo, como la hembra recién parida de un animal gigantesco y primitivo lame con cuidado a sus cachorros, a los que ha dejado como herencia y orgullo de la casta su nombre como apellido: Palazuelo, Benavides, Hospital, Veguellina de Órbigo, por supuesto.
Que sepas, viajero que este río no viene destilado poco a poco de los altos neveros de los montes, sino que nació ya hombre y de la unión de dos ríos que habían ya completado su camino a través de otros valles y montañas: el Luna y el Omaña.
Nació, por tanto, de la unión de dos ríos remansados y en plena madurez, preparado ya desde el principio para el trajín del labrantío, para el remanso en las choperas, para el baño jubiloso en el verano, para las presas molineras, para el riego ordenado de toda esta cosecha campesina de alubias, de patatas, remolacha o cereales o del aroma inconfundible de la menta, el lúpulo o el tabaco.
Y así fue configurando este universo de pueblos y de aldeas, de tapiales y ladrillos, de puentes y conventos, de espadañas altivas, de molinos, de presas cerrajeras que componen (¿por qué habría de negarlo?) también el universo en que se encierra lo que soy y lo que he sido: en uno de estos pueblos de ribera, en Palazuelo, acuno mis recuerdos más tempranos y descansan sus fatigas los muertos de mi sangre. Por eso, si uno tiene que ser de alguna parte, amigo caminante, de aquí soy, de la orilla de este río.
Y como el horizonte personal es siempre más corto que el largo camino de los ríos, este mío comienza, con el río, en Santiago del Molinillo, reconoce las choperas de Villarroquel, Villaviciosa, Cimanes del Tejar y San Román de los Caballeros; se detiene (como el coche de línea de Florencio) en Carrizo, capital de este universo con Santa Marina, Benavides, Hospital y Veguellina, pueblo de conventón y de comercios y de uno de los puentes que abrazan la cintura del gran río; se alegra en Villanueva de Carrizo de la aventura empresarial del oro verde, que sembró esta ribera de enormes emparrados, generadores de sombra y de jornales en los años de mi infancia; celebra en Alcoba de la Ribera la existencia ya casi milenaria de la Presa Cerrajera y las leyendas de moros y de retos de mozo enamorado que acompañan desde entonces este primer proyecto de regadío tierras arriba de Córdoba la sultana.
Y después, Benavides, el pueblo del mercado. Lo sabía desde niño. Los jueves, mercado en Benavides. No sé si comprendes lo que esto significa, viajero. A veces íbamos con padre o el abuelo y, a veces también, si había suerte y era en tiempo, nos compraban avellanas. Si no, ya teníamos bastante con asistir al jaleo inusual, a los trajines, a las idas y venidas de paisanos de todos estos pueblos que se reencontraban satisfechos en el rito semanal del trueque y trato y que viene celebrándose, cada jueves, como dije, desde hace setecientos años. ¡Que ya son años!
Y después, Hospital, con su puente. Con el puente. Orgullo de caballero que defiende el honor de su propia Dulcinea para honra de su nombre y pasmo de cuantos, todavía hoy, acuden a Compostela.
Y Veguellina, con aires y hechuras de ciudad, con su propia azucarera y ese estirarse, como queriendo saludar al tren que la recorre silbando hacia Galicia.
Y el río sigue, viajero, pero ya te dije: el universo personal es siempre más estrecho. Siempre creímos que de Veguellina para allá empezaba otro universo, el universo de la vega, quizá tan importante como el nuestro, pero, si uno escribe la historia desde la entraña, hay un momento ení el que las tierras de más allá se convierten en pura geografía. Así, al menos, me pasa.
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Espero que perdones, viajero. Pero lo que he querido decir con todo esto es que un río es siempre mucho más que un río. Aunque sea el río de mi pueblo. Viene de lejos, lamiendo, cuidando las cosechas, dando nombre a los lugares y a los pueblos como queriendo formar una propia parentela, una herencia y un proyecto común de encuentro e intercambio que transcienda los límites que veo desde el propio campanario, que nos ayude a encontrar, juntos, un camino de progreso para, al menos, el próximo milenio.
O, al menos, así lo espero. O lo deseo.
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7 comentarios:

Nadies dijo...

El río es la vida y es el tiempo. Fluye y no para. En su ribera se guardan tantas historias...

Saludos.

Tejedor dijo...

Magnífico relato, escrito desde el sentimiento y con maestría. Fluye en todo él, la vida como el propio caudal del río. Casi traslada ese inigualable aroma de la tierra ribereña humedecida, mezclada con la 'humanidad' que la habita. Cuando se ha vivido una zona como la que describes yo creo que se marca algún 'gen', que perpetúa el amor por la 'tierra' por muchas generaciones. La foto que ilustra el texto incorpora el 'rumoroso' sonido con el que fluye el agua por el cauce del río, inseparable de su preciosa panorámica.

Como anécdota, que seguro que conoces, este río en su cabecera contiene oro. En Santiago del Molinillo, hacia el 92, a la salida del pueblo al sur, y próximo a un antiguo trasformador, todavía podía verse varado en el cauce del río vestigios de una 'draga' hundida que trabajó dragando, para recuperación del oro el cauce del Orbigo en su tramo norte, entre los años 60-70. La mayor concentración de oro se registró en el Omañas, y yo creo que los trabajos de dragado, llegaron hasta LLamas de la Ribera. La empresa que los realizó se llamaba 'Placer Dome Co.',era de origen inglés, tenía sede en Bilbao, y mantuvo en arriendo las concesiones mineras de los dos ríos que estaban registradas a nombre de Rio Tinto Minera. Los datos que recuerdo, indican que esta empresa recuperó en esta zona unas 150.000 onzas troy (unos 4665 kg). Es como te digo, una anécdota que no debe distraer del disfrute de la lectura de tu relato.

Por azar, he localizado tu magnífico blog, y a parte de lo agradable que me ha resultado el repaso a tus relatos, variados, ingeniosos, y escritos con maestría inigualable, he identificado lugares y descripciones del paisanaje que son comunes y para mí muy queridos. Creo que cosas del ciberespacio, este medio ha enlazado un espacio vacío de 45-50 años atrás en el que coincidimos, en nuestra infancia, en León, donde vivimos en la calle del 18 de Julio. También recuerdo a tú hermano Jose Román, 8-9 años mayor que nosotros.
Gratificado por este 'descubrimiento', seguiré en contacto contigo, hasta la oportunidad de un encuentro personal.

Salud, y un abrazo en la distancia.

Tejedor dijo...

Magnífico relato, escrito desde el sentimiento y con maestría. Fluye en todo él, la vida como el propio caudal del río. Casi traslada ese inigualable aroma de la tierra ribereña humedecida, mezclada con la 'humanidad' que la habita. Cuando se ha vivido una zona como la que describes yo creo que se marca algún 'gen', que perpetúa el amor por la 'tierra' por muchas generaciones. La foto que ilustra el texto incorpora el 'rumoroso' sonido con el que fluye el agua por el cauce del río, inseparable de su preciosa panorámica.

Como anécdota, que seguro que conoces, este río en su cabecera contiene oro. En Santiago del Molinillo, hacia el 92, a la salida del pueblo al sur, y próximo a un antiguo trasformador, todavía podía verse varado en el cauce del río vestigios de una 'draga' hundida que trabajó dragando, para recuperación del oro el cauce del Orbigo en su tramo norte, entre los años 60-70. La mayor concentración de oro se registró en el Omañas, y yo creo que los trabajos de dragado, llegaron hasta LLamas de la Ribera. La empresa que los realizó se llamaba 'Placer Dome Co.',era de origen inglés, tenía sede en Bilbao, y mantuvo en arriendo las concesiones mineras de los dos ríos que estaban registradas a nombre de Rio Tinto Minera. Los datos que recuerdo, indican que esta empresa recuperó en esta zona unas 150.000 onzas troy (unos 4665 kg). Es como te digo, una anécdota que no debe distraer del disfrute de la lectura de tu relato.

Por azar, he localizado tu magnífico blog, y a parte de lo agradable que me ha resultado el repaso a tus relatos, variados, ingeniosos, y escritos con maestría inigualable, he identificado lugares y descripciones del paisanaje que son comunes y para mí muy queridos. Creo que cosas del ciberespacio, este medio ha enlazado un espacio vacío de 45-50 años atrás en el que coincidimos, en nuestra infancia, en León, donde vivimos en la calle del 18 de Julio. También recuerdo a tú hermano Jose Román, 8-9 años mayor que nosotros.
Gratificado por este 'descubrimiento', seguiré en contacto contigo, hasta la oportunidad de un encuentro personal.

Salud, y un abrazo en la distancia.

Tejedor dijo...

Magnífico relato escrito desde el sentimiento de un ribereño y con maestría literaria. La foto que lo ilustra incorpora el sonido 'rumoroso' del agua que fluye, inseparable de la panorámica que ofrece. No es necesario trasladarse a su orilla pra escucharlo. Para perderse una primavera de estas, y empaparse del paisaje y el paisanaje de esta Ribera del Orbigo, que tan bien describes...

Anónimo dijo...

Amigo Tejedor. Cada vez es más cierto que el hiperespacio se está convirtiendo en una "hipercocina". Me ha alegrado mucho tu visita y la sensación, siempre emocionante del reencuentro.
Muchas gracias y hasta que nos veamos de nuevo
Un abrazo

GemminI dijo...

Muy bueno este Paco, me ha encantado.

"Life is a long and quiet river" que dice un compañero mío.

Saludos

Anónimo dijo...

Pues si, amigo Oscar. Algo así quería decir aquella entrañable peli "El río que nos lleva".
Saludos