Dicen que al generalín que vino cuando entonces desde África a enzarzar aquella guerra cruel entre paisanos, le hirieron en la cosa que tiene que ver con el gozar y se le quedó el instrumento manso como el de un buey recién capado.
Y para evitar la risión de la tropa y oficiales que amagaban cuchufletas al unir aquel andar altivo que, a veces, tenemos los bajitos con la voz atiplada y la sospecha imaginada de un miembro remolón y perezoso en posición de descanso en la bragueta, pidió ser inmortalizado en puro bronce cabalgando un caballo percherón que exhibiese, como al descuido, aquellos atributos y colgajos que echaba más en falta el caballero.
Que así es la vida, compañero, que siempre alardea más aquel a quien más falta.
2 comentarios:
Aquel paisano, lo tenio todo pequeño excepto la mala leche
:D
Eso tuvo que ser, Francisco.
Un beso
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