¿Cómo iba yo a suponer
que pudieras encargar
a algunos santos del cielo
las cosas del rebrincar
y que quede algún cristiano
dispuesto a morir en paz
si se cumplen sus deseos
en el tálamo nupcial?
.
Pequeñas historias de un reino que dicen que existió por estos valles cuando los osos cazaban a los reyes en justa represalia a sus ballestas y que, tras largos y gloriosos años de rencillas cazurras entre hermanos, cuchilladas certeras entre abades y fieros mordiscos silenciosos y canallas se ha ido acurrucando entre aquello que queda de dos rios y donde sueña enfebrecido, todavía, agitando la bandera, algún caudillo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario