jueves, 16 de febrero de 2012

Vestido con plumas ajenas


Dibujo original de Pedro Trapiello


Pedro G. Trapiello
La Ira temprana

Una ciudad de sotas, caballos y reyes.
León, Ed. Cerlarayn, 2004.


(Arco de la Cárcel, febrero de 1906)

Por sacarse unas perras antes de ir a la escuela -y también por grillársela algún día-  ayudaba a un leñero de Abadengo en acarreos y repartos; doce años tenía el chaval.  Aquel invierno que se aventaba con revoluciones prolongando la primera guerra mundial vino volcado en nieves con temporal y cargado de faena para el servil oficio de leñador y carbonero.  A las nueve y media de la mañana han acabado y se aprestan a volver a casa el leñero y el rapaz a clase, pero antes de llegar a cruzar el arco, un alguacil de tasas les echa el alto, les detiene la marcha, a ellos y a los bueyes que de por sí no hay que detener porque siempre caminan parados...¡documentos! le reclama al leñero, enséñeme la chapa, tengo que denunciarle...las ordenanzas municipales establecen taxativamente que todos los carros de leña y urces han de abandonar la ciudad antes de las nueve de la mañana (cosas de incendios antiguos) y en ello se empecina el alguacil de la gorra de plato.  Alega el de Abadengo que su carro no es de leña esta vez, sino de carbón de cisco, puro carbón, carbón que sale de la leña, pero no es leña propiamente dicha lo que él trajina, de modo que aquí no cabe la ordenanza, señor agente, está usted en un error...¡¿un error la autoridad?!...

Hay multa, se monta escándalo y rapaz y carbonero tienen asegurada la mañana en un calabozo municipal de tapial que hay en la calle la Rúa vigilado por guripas con un cepo en la sesera.  Cuando les sueltan a la una y media de la tarde por ahorrarse el darles la ración de mediodía, el guaje mastica entre labios un "será cabrón, aquí no hay justicia".  Guantazo en los morros y otra vez al calabozo ¿Quién es tu padre, chaval, donde vives?...

Aquella tarde, reventando de ira, comenzó a nacer en todo lo hondo de sus furias un libertario rebelado, un anarquista.  Buenaventura Durruti rumia y sueña hasta la madrugada unas cuarenta venganzas posibles y ajustadas a derecho natural.


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1 comentario:

Luis Ángel Díez Lazo dijo...

Uno, que a veces escribe para ahorrárselo en psiquiatras,lleva unos días tratando de saber como se cuenta esta rabia que a uno come, después de tanta reforma.
Pues como decía mi abuela, velay como se hace.
Fantástico el Trapiello y gracias a tí, amigo Flecha, por escoger estas plumas.