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Tenía que reconocerlo. No le habían hecho nada. Nunca había tenido con ellos ni el más mínimo conflicto. Es más, recordaba que, de niño, le producían una especie de ternura aquellas cabezas de negritos, indios, pieles rojas y mestizos que las monjas del colegio usaban como huchas para la colecta del DOMUND. Lo de las cinco razas humanas (blanca, negra, roja, amarilla y cobriza) era una cosa exótica, misteriosa y lejana. Cosa de láminas colgadas en las paredes de la escuela. Después vino aquella colección de "Razas Humanas" que compraban sus hermanos y desde cuyos cromos miraban al frente, retadores y confusos, negros y negras con narices perforadas y atravesadas por huesos, platillos incrustados en los labios, aros de metal con que alargaban increíblemente el cuello o conchas casi enterradas en la frente y en la espalda.
En fin, cosas nunca vistas y lejanas.
Pero últimamente les veía paseando las calles en cantidades crecientes, vendiendo en los rastrillos, esperando la consulta del médico en urgencias.
Y, no me digáis por qué, pero comenzó a sentir por ellos una especie de prevención y de rechazo.
- ¡Que se vuelvan a su tierra, que sólo vienen a aprovecharse, a quitarnos lo que es nuestro!.
El sentimiento se hizo tan persistente y obsesivo que apenas podía soportarlo.
Hasta que, esta mañana, al mirarse al espejo, sintió que, de repente, había perdido totalmente el respeto que sentía hacia sí mismo: en esta habitación, la 224, del Regency Hotel, en pleno barrio del Bronx, descubrió con horror que lo que veía frente a él en el espejo no era otra cosa que la cara asustada de un asqueroso y estúpido extranjero.
8 comentarios:
Las huchas...no me había vuelto a acordar de ellas. Me tocó en suerte un negrito de pelo ensortijado, le puse hasta nombre. Durante algunos años y en ese día, Pepe Domunt se convertía en mi compañero de paseo, aún siendo de plástico no dejaba de ser "alguien" muy especial.
Quizá esa especie de "magia" que hacía que esos "extranjeros" nos fueran tan próximos es la que deberiamos recuperar al mirarnos en ese espejo del que hablas, a poco que lo hicieramos se evitarían muchas injusticias.
Amigo Pancho: Excelente cuento. A muchos de mis compatriotas argentinos, que acá miraban por sobre el hombro y decían esas mismas palabras de hermanos latinoamericanos: "¡Que se vuelvan a su tierra, que sólo vienen a aprovecharse, a quitarnos lo que es nuestro!", ahora les están diciendo lo mismo en Europa o Estados Unidos. Es triste, pero es una lección que no sé porque cuesta tanto aprender. Un abrazo.
Amigas anónima y Mar, perdonad que no haya contestado a vuestros comentarios. He estado fuera. Gracias por la visita y las amables palabras
La alienación de la cultura y el olvido de las raíces son algo latente especialmente en sudamérica.
("¡Que se vuelvan a su tierra, que sólo vienen a aprovecharse, a quitarnos lo que es nuestro!")
¿No fue la gente extranjera la que vino a quitarnos lo que fue nuestro tras siglos de tradición?
Ahora los descendientes de extranjeros piensan que los descendientes de la real cultura autóctona son los invasores.
Penas que se acumulan en el alma, al lado de la impotencia, pues.
Tienes razón, Epidemor, tienes razón
Acabo de terminar de leer esta entrada, que buena es! un saludo desde México!
Bienvenida, Hanni, a esta casa. Un saludo y gracias por la visita
Es ésta una de tantas ocasiones en la vida en las que buscarle un equilibrio a la balanza es tarea de titanes... conflicto mente -corazon, razon-sentimientos... Me encantan las cosas que me hacen pensar y esta entrada lo hizo y...,yo también recuerdo aquellas huchas con cariño.
Besos a todos
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