sábado, 22 de junio de 2019

Las tormentas de san Juan




El caso es que todos los años me sorprenden las tormentas de San Juan.

Hasta que recuerdo las enseñanzas de la tía Marta que, sabiamente, defendía que se debían a que el pelo de las fieras del Gran Circo Americano que venía por las fiestas atraía los rayos y los truenos.

Y todos los años, cuando puntualmente empieza la tormente, me averguenza haber olvidado tan sabias enseñanzas.

lunes, 27 de mayo de 2019

La autocrítica






Cuando los estudiantes de magisterio, deseando nuevos aires, sugirieron al profesor de Pedagogía que por qué no experimentaban nuevos métodos y técnicas docentes como esa cosa de la asamblea semanal con aquello de "yo alabo, yo critico, yo propongo", el viejo profesor, condescendiente, les propuso, para el próximo viernes, comenzar con una "autocrítica" de las clases de su colega, doña Patro.



domingo, 20 de enero de 2019

Cuestión de principios








Caía la noche y la helada habitual sobre la vieja ciudad de esta "tierra fría, pero hermosa"que decía el poeta, y el muchacho, apurando como un reto la libertad conquistada, haciendo frente por igual al frío y la desgana, le decía al compañero:

-Pues yo, aunque me muera, hasta las dos de la mañana no marcho para casa.

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lunes, 12 de noviembre de 2018

La copla





Don Mariano Domínguez Berrueta, amante como pocos de las tradiciones, el folclore y la catedral de este reino que ya por entonces había comenzado a ser menguante, había defendido siempre, en todos sus escritos, el carácter ingenuo, noble y limpio de la gente que por aquí vivía en profunda comunión con una naturaleza sin malicia.

Y se propuso demostrarlo recogiendo coplas y canciones para editarlas, en su día, en un libro al que llamaría seguramente "Del Cancionero Leonés".

Y después de 1325 coplas que probaban la hipótesis hasta entonces defendida, se topó con aquella que no sabía, a ciencia cierta, si recoger o rechazar:

Tengo un mandilín en casa
con un lagarto pintado, 
cuando en el baile te arrimas
el lagarto mueve el rabo.

No por él, os lo aseguro; pero Don Filemón, en estas cosas, resultaba muy mirado y repugnante.

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viernes, 19 de octubre de 2018

Laura se fue


Fotografía de Agustín Berrueta


Tentativa de texto para acompañar  a esta espléndida fotografía


Para Gus Berrueta, con todo afecto.

Cuando el mundo se hizo espeso y no quedaba ya nada que esperar, se fue, decidida y de mañana, a buscar imposibles y otros aires a la vieja ciudad de las promesas, la de la piedra tierna y dorada como el pan.
Pero en la perfecta cuadratura de la plaza, estrenando el fulgor de un nuevo día, le alcanzó una llamada, tal vez las sombras de un pasado al que quería renunciar, una última frontera.  “Te veré cuando vuelva”, mintió.

No por piedad ni por mentir, sino convencida de que incluso para volar en libertad conviene llevar algo de lastre en la bodega.

lunes, 24 de septiembre de 2018

La culpa fue del Wonderbra




No es ninguna novedad reconocer que hay toda una literatura en torno al oficio de viajante de comercio.  Aquí, la verdad, un servidor (aunque no sé si conviene mucho que el cuentista ponga por ejemplo su propia experiencia en la cosa del contar) no conoció tantos como cuenta Pereira que pasaban por la ferretería familiar.

Solo uno.

Venía por casa cuando madre, para sacarnos adelante, volvió al oficio de corsetera, que estaba ya por entonces en franco retroceso ante las nuevas tendencias en técnicas y tejidos.

Tiempos de transición, que afectaron hasta al nombre de las cosas: que el sostén o temporello pasó a llamarse finamente "sujetador".  Y lo que llamábamos "cazuelas" se transmutaron en "copas".

Y la demanda comenzó a ser menor (salvo en el caso de bragueros y corsés para la hernia; pero, claro, esto ocurría en casos muy contados). 

En consecuencia, el encargo de los materiales del oficio (corcheteras, ballenas, rellenos, enganches de ligueros, breteles, ojeteros...) iba decayendo al ritmo que pedían los consumos.

Pero Galindo, el viajante de la firma "Viuda de Lesmes Martín, calle de la Montera, número 3, Madrid" seguía insistiendo como a quien le va buena parte del sueldo en los encargos conseguidos.

-Mire usted, doña Teo, le traigo una oferta que no va a poderme rechazar: que esta primavera lo regalamos todo a precios increíbles.

Y madre terminada pidiendo las dos o tres cosas más urgentes, por si acaso.

Pero ni la indomable tenacidad de Galindo, ni sus ofertas increíbles sirvieron para conjurar el naufragio inevitable del oficio ante el golpe fatal que supuso la asquerosa y traidora aparición del Wonderbra.

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martes, 26 de junio de 2018

Poetas y cuentistas



Dicen que Platón dejó escrito a la entrada de su escuela:
 "Que no entre nadie aquí si no sabe Geometría".

Si hubiera una Academia de cuentistas debería estar escrito, igualmente, en el umbral:
"Que no entre nadie aquí que no haya ensayado la poesía".

Menudo rodeo, pensaréis, para terminar imaginando que el cuentista presenció  alguna vez esta conversación entre poetas:

-¿Cómo estás?
-Bien.  Me han subido la dosis, pero estoy a punto de irme al Polo Norte.
-¿Y eso?
-Quiero ver la aurora boreal y montarme en un trineo arrastrado por los perros

El poeta, mirando al narrador, le dijo, sentencioso:
-Atento, cuentista, que aquí hay un cuento.

Pues eso.  Efectivamente.  Dicho y hecho.


miércoles, 28 de febrero de 2018

El rugido del león





Que no quiero yo, que no, apropiarme de méritos ajenos, pero el oficio este mío de cuentero, de ganarse el pan y los torreznos contando historias y chascarrillos por las cocinas de los pueblos, provoca la cosa de que uno ya no sepa quién fue el autor primero de una historia de esas que siempre pide ser contada.

La versión que yo recuerdo y que me gusta repetir viene a decir que en el casino de un pueblo (llámalo si te apetece Tarascón) los socios pasaron las largas veladas de un invierno interminable discutiendo cómo se produce el rugido del león.

Y lo que parecía una cuestión de poca monta resultó ser motivo de un encendido debate entre bandos enfrentados y dispuestos a una cruzada sangrienta y permanente.

Que hubo quien defendía que el rugido se producía por medio de una violenta expulsión de aire debidamente modulado en la garganta de la fiera (don Dacio, el boticario, fue el que consiguió una asombrosa imitación del rugido, como ejemplo), mientras que  el bando oponente sostenía, con igual entusiasmo y no menos pasión, que el fenómeno se producía por la aspiración igualmente violenta, como ocurre con el caso del ronquido (Herminio, el carnicero, no se quedó atrás en su inmejorable imitación).

No parecía haber forma de conciliar posiciones tan opuestas hasta que la casualidad hizo que , por las fiestas de la Pascua, viniera a la villa un circo con elefantes, trapecistas y domadores de leones.

Parecía aquella una ocasión pintiparada para poner fin al debate.

De modo que los dos bandos contendientes se pusieron de acuerdo para acudir a la jaula del león y poner fin a la disputa.

Acudieron pues a la carpa del Gran Circo de Hungría, instalada en el recinto de la feria, los miembros de ambos bandos, presididos por el Presidente y la Junta Directiva del casino.

Era un momento de gran expectación, como se puede suponer.  Reprimiendo la ansiedad y después de algún bastonazo del Presidente a las reglas de la jaula, con la solemnidad de quien oficia un complicado ritual, el viejo león espantó la modorra de su sueño permanente y premió a la concurrencia con un rugido contundente, aunque algo desganado (mucho peor, si me obligan a decirlo, que aquellas imitaciones de los socios del casino).

No tengo intención de desvelar cuál fue el bando ganador, que respiró satisfecho, mientras el bando perdedor recriminaba al león a grandes voces:

                                                             -¡¡Así no se ruge, león!!

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lunes, 25 de septiembre de 2017

Didáctica de la Literatura





Matilde Buendía, señorita teresiana y de buena familia, como todas, ganó por oposición la tranquila plaza de Catedrática de la Escuela Normal de Pobladura y, con la encendida pasión de los comienzos, se decidió a poner en práctica las novedades didácticas de las que daba cuenta "El Magisterio Español", revista imprescindible y de cabecera.

Y, en el primer examen, quiso sorprender a los alumnos con una única y novedosa cuestión:

      -"Comentario de Textos de Juan Ramón".

 Cuando los alumnos, realmente sorprendidos, le pidieron el texto a comentar, respondió muy resuelta:

      - ¡Sí, hombre. Si os doy el texto, menuda gracia!

Y es que los alumnos eran entonces, como ahora, algo ingenuos e indolentes.

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